Por Cristina Márquez
Los bombones rellenos y barras de chocolate de la marca Zambaje tienen un olor intenso a cacao y un agradable sabor muy particular.
Las mujeres que los elaboran en Maldonado, una comunidad situada al norte de Esmeraldas, dicen que el sabor de sus productos se debe al amor y a la historia que hay detrás de la manufactura.
En esta comunidad, el cacao fino de aroma está salvando a centenares de familias de la violencia, la pobreza y la exclusión que se vive en esa zona del país, desde hace décadas.
«Por la falta de oportunidades las chicas jóvenes migran a las ciudades para ganarse la vida y no sabemos su destino». Así lo sostiene Virginia Borja, socia de la Asociación de Productores de Cacao del Norte de Esmeraldas (Aprocane) y una de las lideresas del proyecto.
«Encontramos en nuestro emprendimiento, una oportunidad para quedarnos en el campo y generar ingresos para nuestras familias», asegura Borja.
Esa asociación agremia a 42 familias y beneficia indirectamente a otras 460, que son oriundas de 18 comunidades de Esmeraldas.
Los socios y los productores son parte de varios programas para el mejoramiento de sus cultivos de cacao fino de aroma, promovidos por la organización Ayuda en Acción Ecuador.
Ellos exportan cacao en almendra a Suiza y manufacturan 15 productos derivados que se comercializan en ferias y a través de canales digitales.
La escuela del cacao: jóvenes aprendieron a potenciar sus cultivos
La cultura de las comunidades rurales de Esmeraldas está ligada al cacao. En las fincas hay árboles que parecen tener una antigüedad mayor a los 200 años.
«Es nuestra herencia. Nuestros abuelos ya nos hablaban del chocolate y del cacao. Es una planta que da energía y vitaminas, que es parte de nuestra identidad», sostiene Virginia.
Hace más de dos décadas, los agricultores empezaron a perder el interés en el cultivo porque el precio siempre estaba bajo y los intermediarios se aprovechaban de las necesidades de los campesinos. Además, las plantas eran vulnerables a enfermedades y la producción era baja.
En 1998 un grupo de agricultores se asoció para recuperar este producto ancestral y buscar ayuda externa. Sin embargo, la situación de las familias no cambiaba y los cultivos de cacao fino de aroma se seguían vendiendo «a precio de gallina enferma», recuerdan los socios.
En el 2015, a través de la Corporación Esmeraldeña para la Formación y el Desarrollo Integral (Cefodi) la asociación se vinculó a Ayuda en Acción, Esta es una organización internacional que combate la pobreza y la desigualdad.
Una de las acciones de la organización fue fundar la Escuela del Cacao. Allí, un grupo de jóvenes aprendió todo acerca del cultivo: ciclos productivos, el riego, cómo proteger las plantas de las plagas, dónde sembrar, las podas, entre otros conocimientos.
Los diez jóvenes que se formaron en la escuela se convirtieron en técnicos promotores agrícolas. Ahora ellos se dedican a asesorar a los demás productores que forman parte de la red.
Cuando los jóvenes empezaron a trabajar en las comunidades la vida cambió. En poco tiempo, la producción se incrementó y la calidad tuvo un mejoramiento sin precedentes.
Esto hizo que una nueva generación se interesara en el cultivo de sus padres.
«Acá no había más oportunidades, ni formación, ni trabajo. El destino de casi todos los jóvenes era dejar el campo para ir a la ciudad. Ahí terminan vinculándose a cosas ilegales», relata Ramón Palacios, un joven que se formó en la Escuela del Cacao.
Zambaje ofrece 15 productos con valor agregado
La exportación del cacao en almendra fue el primer modelo de negocio que aplicó la organización. Luego surgió la idea de empezar a procesar el cacao para convertirlo en barras de chocolate con el objetivo de generar más fuentes de empleo y, sobre todo, una especie de ancla para que las mujeres jóvenes no abandonen el campo.
Carlos Hernández, director de Ayuda en Acción en Ecuador, sostiene que Esmeraldas es una de las provincias con mayor concentración de pobreza y exclusión en el país, por lo que ameritaba una intervención integral y a largo plazo de la organización.
Además de la capacitación técnica que recibieron los agricultores, la ONG también organizó talleres para el empoderamiento de las mujeres, capacitación y dotación de equipos para el procesamiento del cacao. El emprendimiento del chocolate en barra surgió para que pudieran tener ingresos propios y más participación en el liderazgo de sus localidades.
El portafolio de Zambaje ahora incluye 15 productos, algunos tienen registro sanitario y otros están en proceso. Hay 10 mujeres que trabajan en la planta de producción y producen nibs de cacao, tabletas de chocolate, bombones, té de cáscara de cacao, cacao en polvo, manteca de cacao y chocolate en taza.
Las mujeres procesan alrededor de 20 quintales de cacao al mes. Esta materia prima tiene certificación orgánica y está cultivada con procesos técnicos sostenibles, desde la siembra hasta la comercialización.
Envolturas de bioplástico, que cuidan el ambiente y el sabor del chocolate
El emprendimiento es sostenible con el medioambiente. El cacao se produce de forma orgánica para no contaminar con fertilizantes químicos ni plaguicidas la tierra, el agua y el producto final.
Además, se reutiliza una buena parte de los desechos que se generan en la cadena de valor. Con las cáscaras del cacao, por ejemplo, se elabora un material valioso: un bioplástico que se utiliza para las envolturas de las tabletas de chocolate y otros productos de Zambaje.
El bioplástico no solo es ideal para el cuidado del ambiente porque es biodegradable, de origen orgánico y sin sustancias químicas contaminantes, sino que también conserva intacto el sabor y el aroma del chocolate.
«Los envoltorios plásticos comunes sudan en el calor y están hechos con químicos que dejan una huella en el producto. Hemos notado que nuestro envoltorio el sabor original del chocolate y sobre todo el aroma se quedan intactos. Ahora ese es nuestro principal valor agregado«, dice Virginia.
El bioplástico se manufactura en una biofábrica en la comunidad Las Antonias. Las mujeres mezclan las cáscaras pulverizadas de las mazorcas con cera de abejas.
«Antes desechábamos las cascarillas, era basura. Ahora sabemos que es un material valioso, empezamos a utilizarlas para los envoltorios y nuestro emprendimiento es una iniciativa de economía circular«, cuenta la emprendedora.
Este material fue desarrollado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Técnicos de esa entidad investigaron la cascarilla del cacao durante más de un año y posteriormente capacitaron a las emprendedoras para que pudieran elaborarlo en su comunidad.
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