Estudios, estadísticas y, sobre todo, las historias de sus habitantes dan cuenta de una realidad: el deficiente manejo de desechos afecta severamente los ríos de esta región. Normativas incumplidas y falta de respuestas estatales ahondan esta realidad.
Por Isabel Alarcón
Pescar en los ríos Napo, Coca y Payamino, en Orellana, se ha convertido en una odisea para Linda Bucheli. La Presidenta de la Asociación de Pescadores de El Coca, la capital de la provincia amazónica, cuenta que los peces son cada vez más escasos, pero, sobre todo, en ocasiones llegan con olores extraños. Los derrames de petróleo en esta zona han afectado sus aguas. Ya no se pueden bañar sin sentir picazón y, cuando los peces emanan estos aromas, tampoco pueden venderlos.
A solo 15 minutos de la casa de Bucheli, otro grupo de vecinos se queja por las afectaciones a sus fuentes de agua. En este caso son sus esteros, cuya agua usan para cocinar sus alimentos y en donde come su ganado, los que han recibido históricamente los lixiviados del relleno sanitario de El Coca, que se encuentra a menos de 200 metros de sus casas. Si continúan su camino por la corriente, estos contaminantes también terminarían en el río Napo, donde pesca Bucheli.
Los ríos amazónicos se han transformado en un reflejo de las amenazas que afectan a esta región. En Orellana, ubicada en la Amazonía norte, los desechos petroleros y municipales son un problema, al igual que en su provincia vecina, Sucumbíos. Ambas, marcadas por la industria petrolera desde hace 50 años, han experimentado el mayor crecimiento de la población en el país en los últimos 10. También son las provincias amazónicas donde más se produce basura. A más personas, más desechos, pero no necesariamente mejores condiciones.
Cada vez llega más basura a rellenos y botaderos; y, si no mejoran sus operaciones, en una región como la Amazonía, es más probable que pueda generar impactos a sus fuentes de agua. A esto se suman los sitios para tratar los desechos tóxicos y peligrosos de las actividades petroleras.
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