Por Cristina Márquez
Los indígenas son el grupo étnico con la menor esperanza de vida en Ecuador, según un estudio publicado en la revista científica Frontiers in Public Health. La investigación, que se divulgó en diciembre del 2022, se hizo con datos recabados en los hospitales públicos de todos los cantones del país. Un año después, esta realidad no ha cambiado.
Un equipo de académicos de la Universidad de las Américas (UDLA) se alió con profesionales de la Universidad de Southampton y de otras dos academias de Costa Rica y Puerto Rico, para efectuar la investigación. Ellos descubrieron que la población indígena fallece, en promedio, 39 años antes que las personas autodefinidas como blancas, 28 años antes que los afroecuatorianos y 12 años antes que los mestizos.
Las causas de los fallecimientos a menor edad, según el estudio, están relacionadas con las enfermedades transmitidas por el agua contaminada.
Esto significa que mientras la esperanza de vida de una persona blanca es de 79 años, la de un indígena es de 40 años. Este cálculo se hizo promediando la cantidad de años que viven las personas que han padecido enfermedades parasitarias agudas.
El agua contaminada reduce la esperanza de vida
En Llamanunka, una comunidad indígena ashuar de Limoncocha, en Sucumbíos, los dirigentes indígenas ya habían notado que la vida de la gente es más corta que la de sus antepasados.
Jesica Isacha, dirigente de salud de la Conaie, dice que los abuelos de esa comunidad eran longevos y que algunos vivían más de un siglo. «Hoy la gente se muere joven y no solo eso, también estamos detectando casos de diabetes e hipertensión en gente que todos los días trabaja en el campo y solo se alimenta a base de la dieta tradicional«, dice.
La dirigencia indígena reclama, además, la falta de servicios básicos en sus territorios. Ellos dicen que alrededor del 70% de comunidades amazónicas e indígenas de la Sierra situadas en zonas remotas no tiene acceso a la red pública de agua potable y alcantarillado.
La investigación científica
Esteban Ortiz, un médico experto en salud pública, lideró el grupo de investigación One Health. Ellos analizaron las fichas por ingresos hospitalarios de los últimos 20 años en los 221 cantones del Ecuador.
«En el estudio encontramos que los pacientes más afectados por enfermedades como gastroenteritis, tifoidea y otras afecciones parasitarias, son indígenas. Estas enfermedades catalogadas Wash, están relacionadas con el consumo de agua de mala calidad«, dice Ortiz.
Él explica que el agua que se usa para el consumo diario, para la higiene personal, para la recreación e incluso para usos sagrados de la cosmovisión en las comunidades que no tienen acceso al agua potable, está contaminada con virus, bacterias y otros microorganismos.
La bacteria más común es E. Coli, que proviene de las heces fecales. La ingesta de esta bacteria es peligrosa especialmente en niños pequeños y adultos mayores, que son las edades más frecuentes en pacientes ingresados al hospital por infecciones parasitarias agudas.
Según el estudio, 8 de cada 10 niños indígenas en Ecuador carecen de agua segura.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) efectuó una medición de Agua, Saneamiento e Higiene en el 2017. Allí se informó que sólo el 70.1% de los ecuatorianos tiene acceso al agua segura, libre de la bacteria E. Coli.
En el estudio de la UDLA se señala, además, que el 15.4% de la población urbana y el 31.8% de la población rural consumen agua de mala calidad.
«Determinamos que mientras peor es el agua, la morbilidad por enfermedades parasitarias es mucho mayor», dice Ortiz.
La prevalencia de enfermedades transmitidas por el agua es mayor en la Amazonía
La gente que vive en las comunidades indígenas asentadas en el interior de la Amazonía dice que conseguir el agua para el consumo diario ahora es una lucha. Las familias cavan pozos junto a sus casas para obtenerla o la captan de los riachuelos que fluyen abundantemente por la selva.
«Eso hemos hecho toda la vida. Nuestros abuelos también conseguían el agua así. El problema es que ahora las fuentes están contaminadas, en algunos casos con metales pesados y en otros por los asentamientos petroleros y madereros que hacen las descargas de sus aguas servidas en los ríos», dice Richard Santi, dirigente de la comunidad Achuar Guaraní.
La investigadora Blanca Ríos, ecóloga experta en ríos, también participó en la investigación publicada en Frontiers. Ella analizó el estado de los ríos amazónicos y determinó que las zonas deforestadas y consumidas por la minería son las más contaminadas.
«La contaminación del agua es el resultado directo de las actividades humanas. Las enfermedades se transmiten a través de los ríos aguas más abajo», explica Ríos.
Ríos dice que en Ecuador solo entre el 2–3% de las aguas servidas son tratadas adecuadamente. El resto se descarga en los ríos y llega al océano.
Ella y el equipo de investigadores que integran el grupo Biodiversity, Enviroment and Health, identificaron en ríos como el Machángara y el Monjas, 26 tipos de virus, una infinidad de bacterias, grasas, aceites y otros elementos nocivos para la salud.
Kevin Aguiar, un médico que cumple su servicio rural en el dispensario médico del cantón Pastaza, cuenta que las enfermedades relacionadas con el agua son frecuentes. Los pacientes con cuadros de gastroenteritis, infecciones del tracto urinario son especialmente niños y adultos mayores.
«Con la gente hablamos constantemente de algunas prácticas básicas, como hervir el agua antes de consumirla y lavarse las manos, pero es una costumbre muy arraigada en ellos beber el agua directamente de las fuentes», dice Aguiar.
La desnutrición crónica infantil, otra consecuencia del agua contaminada
Pastaza y Morona Santiago son las provincias amazónicas más afectadas por la Desnutrición Crónica Infantil (DCI). Allí el índice de niños menores a cinco años que padece de esta condición es del 29.48% y del 24.48%, respectivamente.
Estas dos provincias son también las que tienen el índice más alto de fuentes de agua contaminadas con heces fecales. Según la Encuesta de Desnutrición Infantil el 70.22% de hogares con niños menores a cinco años consume agua con E. Coli en Morona Santiago, y el 56.93% en Pastaza.
Mauricio Paredes, epidemiólogo del Hospital General de Puyo, enfatiza que, pese a que las enfermedades parasitarias transmitidas por el agua no son la única causa de la DCI, si son un agravante.
«Los parásitos consumen los nutrientes. Además, causan diarreas agudas y deshidratación que complican los cuadros de desnutrición que ya presentan los niños», explica.
En lo que va del año, en el Hospital del Puyo se han ingresado 1.739 pacientes por gastroenteritis aguda. La mayor parte son niños, quienes no tienen aún su sistema inmunológico desarrollado, y adultos mayores.
Esta cifra es similar a la del 2022. Ese año ingresaron 1.821 pacientes por enfermedades posiblemente transmitidas por el agua y alimentos contaminados.