Por Cristina Márquez
La vida parece transcurrir en cámara lenta en Alausí, un pequeño cantón ubicado al sur de Chimborazo. Hay negocios cerrados y poco movimiento en las calles empedradas y antiguas.
«Mucha gente migró, es que aquí ya no hay nada», se lamenta Mariana Rodríguez mientras mece una paila de papas fritas para la venta.
Ella dice que Alausí siempre fue un cantón tranquilo, pero desde que la montaña se vino abajo el 26 de marzo del 2023, el silencio parece más hondo. «Cuando recién ocurrió sonaban las sirenas todo el tiempo, los gritos en la calle, los llantos… luego todo se fue callando».
El sonido de las maquinarias que excavan entre toneladas de tierra para encontrar los cuerpos de 22 personas, aún sepultadas, se escucha a lo lejos. La calma se interrumpe cuando aparece una carroza fúnebre desfilando hasta el cementerio.
«Ya encontraron a alguien», murmuraba la gente que caminaba por la avenida 13 de noviembre la tarde del 5 de mayo.
Desde el 10 de mayo pasado, el cantón volvió a la alerta naranja. Los estudios de campo hechos por el Secretaría de Gestión de Riesgos muestran que la montaña se sigue deslizando lentamente.
Un polígono de 214 hectáreas que abarcan a cinco barrios, prácticamente a todo el sector norte de la cabecera cantonal y al sector de Casual, están en riesgo alto. 1.034 personas tuvieron que salir de sus hogares, de ellos 260 son niños de 0 a 11 años y 17 son adolescentes.
El estrés postraumático, otro efecto del desastre que preocupa a los expertos
La situación emocional de los niños que experimentan pérdidas preocupa a los expertos de organizaciones no gubernamentales, activistas e instituciones públicas que están interviniendo en la gestión de la emergencia.
La mayor parte de los menores damnificados están alojados en las casas de familias acogientes. Muchos de ellos se mudaron con sus familias a otras ciudades.
En el albergue instalado en el Coliseo Municipal hay un espacio para que los seis niños que viven ahí temporalmente puedan jugar, hacer sus tareas y recibir las terapias lúdicas que se organizan a diario.
Dos técnicas del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) trabajan ahí todos los días. Ellas cuentan que durante las primeras semanas los pequeños no querían jugar, lloraban todo el tiempo y se peleaban entre sí.
Luis Terán, psicólogo clínico con más de tres décadas de experiencia en trabajo con niños, explica que el llanto fácil, la ira, el malestar y el sentimiento de culpa son manifestaciones usuales en niños que experimentan estrés postraumático.
"Los niños procesan sus pérdidas de un modo distinto y más complejo que los adultos. Para ellos incluso la pérdida de una mascota, de sus juguetes... y más aún de un ser querido, es causa de un gran dolor que se debe procesar para desarrollar catarsis".
Terán trabajó en el 2016 con los niños que perdieron sus hogares por el terremoto de Pedernales y vio cuadros similares al que ahora se vive en Alausí. Él dice que durante los seis meses que le siguen al evento traumático es indispensable trabajar en la atención emocional y psicológica de las personas afectadas para prevenir suicidios.
La recreación y la consejería son claves para superar la experiencia traumática
La carpa del MIES está decorada con globos de colores, carteles y dispone de recursos didácticos para jugar. Los favoritos de los niños son los rompecabezas y los aros de colores.
"Ahora tenemos pocos niños en el albergue, antes había más, pero sus familias ya se han ido ubicando. Todos los días trabajamos en técnicas lúdicas con ellos, les hacemos jugar y a los más pequeños les ayudamos con sus tareas escolares", cuenta Eliza Galarza, educadora del MIES.
Los técnicos de World Vision Ecuador también trabajan con los menores. Ellos organizan actividades cada fin de semana, para apoyar a pequeños en su recuperación del evento traumático.
Con los técnicos de esa organización, los niños empezaron a desarrollar sus planes de vida. Esta es una herramienta que les ayuda a soñar y les motiva a pensar en su futuro y a esforzarse por cumplir esos sueños.
Un peluche que me escuche es otra técnica que se aplica con los niños en Alausí y que pueden usar los padres en sus propios hogares, para ayudar a los niños a descargar sus emociones y miedos en un entorno seguro.
Fue desarrollada por Luis Terán y consiste en entregar a los niños un peluche a quien contarán en secreto todo lo que les asusta, les preocupa o les causa dolor. Luego, en voz alta, le dirán todo aquello que les hace felices.
Padres dicen que la nutrición de los niños en el albergue requiere más atención
El fideo, arroz, atún y lenteja son los productos más abundantes en el centro de acopio de donaciones que administra el Municipio de Alausí. Los productos frescos como legumbres, frutas y carnes, en cambio, son difíciles de obtener por ser perecibles y no poder almacenarse.
Verónica Tenesaca es madre soltera de cinco hijos. Las más pequeñas son gemelas, tienen dos años, otros dos niños están en edad escolar y el mayor es un adolescente.
"Estamos aquí ya casi un mes porque perdimos nuestra casa. Sentimos mucha gratitud por todo el apoyo que hemos recibido, la generosidad de la gente y las instituciones. Tenemos casi todo, pero nuestros niños extrañan los alimentos frescos como la fruta y las legumbres"
En el albergue permanecen alojadas 33 personas de seis familias. Las madres se turnan para cocinar, utilizan los alimentos de la despensa que administra el Municipio.
El menú del almuerzo usualmente incluye sopas de fideos, fideos cocidos acompañados con arroz y menestras. En los desayunos y meriendas frecuentemente se sirven coladas, huevos cocidos y pan.
Rosa Benalcázar, jefa del departamento de Gestión Social del Municipio de Alausí, cuenta que el centro de acopio está bien dotado de alimentos no perecibles que son entregados semanalmente a las familias del único albergue en funcionamiento y a quienes están en hogares acogientes, sin embargo, hay un déficit de legumbres y proteínas animales como la carne y el pollo.
"Como Municipio hemos gestionado algunas necesidades del albergue a medida que se van presentando. Adquirimos cada semana algunos víveres perecibles, pero nos falta leche, legumbres, frutas y carnes".
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