Por Isabel Alarcón
El 2023 va en camino a ser el año más cálido jamás registrado. En noviembre, el mundo superó, por primera vez en la historia, los 2C con respecto a la época preindustrial (1850-1900).
Es decir que, durante dos días seguidos, la temperatura media mundial fue superior a los niveles que los países alrededor del planeta se esfuerzan por evitar.
Más allá de la cifra, los cambios del clima son perceptibles en cada rincón del planeta y afectan a todos los ámbitos de la vida de las personas.
En octubre, un huracán inusual (Otis) dejó decenas de muertos y arrasó con miles de hectáreas en Acapulco, México. En Brasil, la sensación térmica alcanzó los 59,5C en noviembre, e incluso Taylor Swift canceló sus conciertos por la muerte de una fan, asociada a las temperaturas extremas. Sin ir más lejos, en la Amazonía ecuatoriana, este octubre se registraron las temperaturas más altas de los últimos 13 años.
La carrera por evitar que el mundo cada vez sea más caliente y supere los 1,5C o, peor aún, alcance los 2C en relación a la época industrial, se intensifica. Esta semana, los representantes de 197 países más la Unión Europea (UE) se reunirán para evaluar el cumplimiento de los compromisos en la lucha contra el cambio climático y planificar futuras acciones.
Este evento es conocido como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o COP28. Desde el 30 de noviembre al 12 de diciembre se jugará el destino de la humanidad y del planeta. Este año, se llevará a cabo en Emiratos Árabes Unidos y se discutirán temas vitales para América Latina y el Caribe. El financiamiento para que los países puedan recuperarse de los eventos climáticos extremos, la adaptación a los efectos de este fenómeno, y la transición energética justa son algunos de los puntos más importantes de la COP para la región.
Primer balance mundial
Uno de los aspectos más importantes de esta COP es que por primera vez se realizará el Balance Mundial o ‘Global Stocktake’. Este es un proceso complementario y de apoyo a la implementación del Acuerdo de París, para evidenciar el cumplimento de los objetivos climáticos.
Para María Inés Rivadeneira, coordinadora de políticas para América Latina de WWF, el balance global es un punto crítico al que hay que prestarle mucha atención. Este mide los esfuerzos colectivos para evitar que la temperatura del mundo supere los 1,5C. Para ello, se evalúa las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), que son los documentos que reúnen las metas y objetivos de cada país para disminuir sus emisiones.
Según la ONU, el balance “es como hacer un inventario”. El resultado mostrará a los países la necesidad de actualizar y mejorar sus acciones. El Balance se refiere a aspectos como la mitigación, adaptación, flujos financieros y medios de implementación.
Previo al inicio de la COP se presentó una síntesis. Durante la conferencia, los representantes deberán discutir los hallazgos y al final se espera una declaración sobre los resultados de esta evaluación. El balance mundial se realizará cada cinco años.
Transición energética, pero justa
La transición energética es uno de los puntos más importantes de esta COP. Aunque se ha enfatizado la necesidad de dejar la dependencia en los combustibles fósiles, como el gas y el petróleo, genera desconfianza que el presidente de la COP, el Sultán Ahmed al Jaber, esté a cargo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi.
Sin embargo, en los últimos meses previos a esta conferencia, ha mostrado su interés en impulsar un acuerdo para triplicar la capacidad de las energías renovables, para el año 2030.
Según el último reporte de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), América Latina y el Caribe (ALC) es una zona crucial para potenciar esta transición. Esta es una región rica en recursos naturales y minerales, que pueden contribuir a este cambio.
Los combustibles fósiles, según la Agencia, representan alrededor de dos tercios de la matriz energética de ALC. Esta cifra es considerablemente menor al promedio mundial, que es 80%.
Por otro lado, Rivadeneira considera indispensable que la transición energética sea justa. Es decir, que incluya un enfoque de derechos humanos, lo que implica “que nadie se quede atrás”.
Para la especialista regional de WWF, es necesario que el sistema de producción y consumo cambie de estructura. Esto implica que no solo se analice lo que va a ocurrir con los empleos directamente dependientes de los combustibles fósiles, o los que están causando problemas relacionados con el clima. Plantea considerar lo que pasa con los empleos que se benefician de forma indirecta y con el sector informal de la economía, que es el que mayor porcentaje tiene en la región.
“Países como Ecuador tienen una matriz bastante limpia, igual que Brasil, pero si no tiene las condiciones de mantenimiento, financiamiento y no se hacen buenas proyecciones con un punto de vista técnico, pasa lo que está pasando ahora”, dice Rivadeneira. Desde el 27 de octubre de 2023, Ecuador sufre apagones debido al estiaje que afecta a las centrales hidroeléctricas.
También es necesario tener en cuenta que potenciar las energías renovables, sin considerar sus impactos sociales y ambientales, podría convertirse en otro problema.
Belén Páez, directora de la Fundación Pachamama, también resalta la necesidad de que estos proyectos se realicen con estudios técnicos y contemplen los impactos que pueden tener en zonas vulnerables como la Amazonía.
Para Paéz es necesario que América Latina impulse en esta COP28 una transición justa, que abandone la extracción de combustibles fósiles y la ampliación de las fronteras petroleras en toda la Amazonia, y fomente energías como la solar y eólica.
Oportunidad para la adaptación
Tener los mecanismos y los recursos para adaptarse a las consecuencias del cambio climático es uno de los puntos más importantes para América Latina. Esta es una región responsable solo del 11% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pero es de las más vulnerables a los impactos del fenómeno.
Sin embargo, los debates, compromisos y financiamientos tienden a centrarse en la mitigación o lucha contra el cambio climático, en lugar de en su adaptación. Por ejemplo, algunos de los puntos primordiales deberían centrarse en cómo estar preparados ante la llegada del Fenómeno de El Niño o ante el aumento del nivel del mar en las zonas costeras, que son eventos que ya no se pueden evitar.
María Inés explica que hay un desbalance entre la mitigación y la adaptación, que en esta región es más evidente. América Latina no solo es altamente vulnerable por sus condiciones geográficas, sino también porque cuenta con menos recursos y elementos para reducir su vulnerabilidad ante el cambio climático.
De acuerdo con el Informe sobre la Brecha de Adaptación 2023 (Adaptation Gap Report 2023) de la ONU, el actual déficit de financiación de la adaptación se estima que está entre USD 194.000 millones y 366.000 millones anuales.
Por otro lado, “se concluye que las necesidades de financiación para la adaptación de los países en desarrollo equivalen a un valor de entre 10 y 18 veces mayor que los fondos públicos internacionales”.
Por eso, la COP28 es vital para esta zona del planeta, ya que se discutirá una Meta Global de Adaptación. Un reto en torno a este ámbito es cómo se medirán las metas. Para algunos países, se deben incluir objetivos numéricos, como la reducción del porcentaje de muertes asociadas a eventos climáticos.
Tampoco se conoce aún si se incluirá los temas de financiamiento o estos se discutirán por separado. Es importante tener en cuenta que todo lo relacionado con la adaptación no será solamente una meta, sino un marco con varios objetivos específicos y otros más amplios.
Un fondo de pérdidas y daños
La falta de acciones de mitigación y adaptación han llevado a lo que se conoce en el lenguaje de las COP como “pérdidas y daños” o ‘loss and damage’. Estos son los impactos que ya no pueden evitarse y que causarán daños económicos y no económicos. Por ejemplo, las consecuencias de una inundación, un huracán o una sequía.
En la COP27, que se llevó a cabo en Egipto, en 2022, se llegó a la decisión histórica de aprobar la creación de un fondo económico para pérdidas y daños, al igual que un Comité de Transición para definir su funcionamiento. Esta medida aún tiene varios retos pendientes.
Para Belén Páez, uno de los temas preocupantes del borrador que se discutirá en esta COP28 es que el fondo se aloje bajo el Banco Mundial. Esta propuesta fue respaldada por Estados Unidos. La queja, dice, es que es una entidad muy antigua y burocrática, y lo que se pide es que la sociedad civil y la comunidad científica tengan más participación.
Otro de los puntos críticos es quién pondrá el dinero y quién lo recibirá. El plan de implementación se refiere a establecer arreglos de financiación para ayudar a los países en desarrollo, “particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático en responder a las pérdidas y daños”. Pero no se ha determinado cómo se seleccionará a quiénes cumplen con esa característica.
“Tenemos que estar dentro del fondo de ‘lost and damage’ como región, ya que no solo se pide que se pague por los daños y las pérdidas, sino que se estimule y se compense por la biodiversidad que el continente tiene”, dice la Directora de Pachamama.
Por otro lado, las responsabilidades de China tampoco se han definido. Por un lado, se conoce que es definido como un país en vías de desarrollo por la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero otros países consideran que debería aportar al fondo, al igual que otras naciones desarrolladas.
Todos los temas relacionados al financiamiento se cree que serán motivo de discusiones en la COP28. También están pendientes los USD 100.000 millones que los países desarrollados debían aportar a los que están en vías de desarrollo, cada año, para que puedan cumplir sus metas.
*Este artículo fue producido con el apoyo del programa de Periodismo y Justicia Climática de Climate Tracker para la COP28