Por Isabel Alarcón
Una acción tan sencilla como separar los desechos comunes de los reciclables podría mejorar la calidad de vida de más de 20 000 personas en el Ecuador. La recolección y venta de plástico, cartón, vidrio y papel es la principal fuente de ingreso de los recicladores en el país, especialmente de los adultos mayores.
Todos los martes, jueves y sábados, Faustino Simbaña sale a las 06:00 de su hogar, ubicado en el sector Puertas del Sol, al norte de Quito. Sus 80 años, la hipertensión y la prótesis en su cadera no son impedimento para recorrer durante todo el día las calles de la ciudad en busca de envases, cajas y fundas para reciclar. Estos son su principal sustento económico.
En las tardes, junto a su esposa clasifica todo lo recolectado y lo divide en pesados costales que luego los cargará en su espalda cansada, para dejarlos en un rincón de su casa. Allí permanecerán durante un mes, que es el tiempo que le toma reunir la cantidad necesaria para llenar un camión y vender el material. “Las personas no separan su basura y es difícil encontrarla”, cuenta. A cambio recibe USD 150, con los que debe pagar los servicios básicos, la alimentación de ambos y todos sus gastos mensuales.
Durante los últimos 60 años, este reciclador se ha dedicado a meter la mano en la basura de otros para recolectar los cartones y plásticos que las personas botan. Simbaña dice que no puede dejar esta labor, porque es el único trabajo que conoce y del que depende para vivir.
Según el estudio Cartografía de los Residuos Sólidos en Ecuador 2020, los recicladores recuperan entre el 50% y el 85% de los materiales que se reciclan en el país. Cada uno recolecta entre una y dos toneladas cada mes en sus recorridos a pie de vereda, en estaciones de transferencia o en vertederos a cielo abierto.
Juana Iza, presidenta de la Red Nacional de Recicladores del Ecuador (Renarec), explica que este es un trabajo vital para las ciudades, pero poco reconocido. Ellos evitan que los rellenos sanitarios colapsen, que los desechos contaminen los océanos y que la basura intoxique las urbes.
Además, esta es una actividad en la que más adultos mayores se ocupan: entre el 40% y 50% de los recicladores en el país pertenece a la tercera edad y otros, como ella, ya se acercan a los 65 años. Esta es una situación que le preocupa, porque son más vulnerables y sus derechos no están reconocidos.
Por ejemplo, la jubilación no es una opción para los recicladores. No reciben un sueldo fijo, sus ingresos mensuales no superan los USD 200 y la mayoría no tiene seguro médico. Al llegar a la tercera edad, deben continuar trabajando para mantener sus hogares.
“Planeo seguir haciendo esto hasta cuando Dios me de la vida. De esto vivimos y ya por la edad no nos cogen para trabajar en otro lado”, cuenta Carmen Tupiza, de 65 años. Esta recicladora sigue el ejemplo de su madre, Carmen Puente, quien a sus 85 años es su compañera de labor.
No importa la lluvia o el frío intenso de las mañanas, Tupiza sale a las 05:00 y recorre más de 7km por las calles del norte de Quito, desde Carretas alto hasta El Condado. Después de tres horas regresa a su casa, en donde separa los materiales junto a su madre. Ninguna tiene seguro de salud ni jubilación.
Hasta el 2020, cuenta Tupiza, tenía un seguro por ser parte del Centro de Educación y Gestión Ambiental (Cegam) La Delicia del Municipio de Quito. Pero a causa de la pandemia este punto decidió que las personas de la tercera edad ya no trabajen como recicladores, como medida para precautelar su salud.
Desde marzo 2020, cuando el aislamiento empezó, no recolecta grandes cantidades: llena una bolsa por día y recoge algunas cajas de cartón. Con esto obtiene alrededor de USD 100 mensuales. Además de hacerlo para mantener a su madre y a sus hijos, Tupiza lo hace para reducir el impacto en el planeta. “Hacemos un favor al ambiente y por eso debemos seguir haciéndolo”, explica.
Sin embargo, se espera que, con la Ley de Economía Circular Inclusiva, que fue aprobada el 2021, se mejoren las condiciones de los recicladores. En el artículo 4 de la norma se establece como objetivo: “Reconocer la importancia de los recicladores de base en la economía circular inclusiva y priorizar sus actividades como generadoras de desarrollo y empleo, en condiciones de dignidad, equidad e inclusión.
Tres iniciativas se enfocan en recicladores de la tercera edad
El reciclaje es normalmente un oficio que se transmite de generación en generación y no dejan de hacerlo hasta muy ancianos. Mario Hidalgo, director Ejecutivo de Fundación Circular, explica que esta tarea se aprende desde que son niños. Un estudio realizado por esta organización en Manta reveló que el 75% de los recicladores encuestados solamente sabe reciclar, no tienen otra formación.
Hidalgo cuenta que una de las iniciativas de la Fundación es capacitar a estas personas para que puedan dedicarse a otras actividades. También se enfocan en el fortalecimiento de las asociaciones y en crear nexos con los municipios, las organizaciones sociales y las empresas.
Desde hace dos años, la Circular trabaja con la asociación PapiCorre, que aglutina a los recicladores de Manta. Al principio, de los 32 asociados, 28 eran de la tercera edad. Ahora, están aceptando a integrantes más jóvenes, pero los mayores permanecen activos.
ReciVeci es otra iniciativa que da valor a este trabajo. Esta ‘app’ conecta a los recicladores con quienes estén interesados en entregarles sus residuos. Lorena Gallardo, cofundadora y gerente de Tecnología e Innovación en ReciVeci, dice que el 30% de los 700 recicladores de base mapeados por la ciudadanía en la ‘app’ son de la tercera edad.
Mediante este proyecto se realizan jornadas para dar atención médica, chequeos odontológicos y cortarles el cabello a los recicladores. Los de la tercera edad son los más beneficiados, dice Gallardo, ya que son servicios a los que no pueden acceder regularmente.
Estas propuestas de vinculación con este grupo vulnerable se desarrollan en varias ciudades del país. Estefania Quishpe, directora de Fundación Shungo, desarrolló la campaña ‘Recicla con corazón’, en Latacunga. En sus instalaciones recibe el material reciclable y después lo entrega a 30 adultos mayores, para que no deban buscar entre la basura.
“El reciclaje es un trabajo complicado, fuerte y que no ha sido retribuido de la manera que debería”, dice Quishpe. Ahora ella se enfoca en formar una asociación para que los recicladores estén más protegidos. También les entrega alimentos en sus hogares. Esta actividad normalmente se transmite de generación en generación.
El Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) realizará un censo para conocer las condiciones de vida de este grupo. Este se llevará a cabo in situ en los vertederos de basura, así como en asociaciones de recicladores y centros de acopio de los 221 cantones, de las 24 provincias del Ecuador, explicó la cartera de Estado. Mientras esto se concreta, los recicladores, sin importar su edad o el clima, continúan recorriendo las calles del país en busca de su única fuente de subsistencia.