Por Isabel Alarcón
El perico de Orcés fue una de las primeras aves que Leovigildo Cabrera observó cuando aprendió a usar sus binoculares. Ahora, esta especie es el principal enfoque de su trabajo.
Este animal le enseñó el significado del cambio climático y le mostró que no es un fenómeno lejano: ya está causando efectos en las especies de Ecuador.
Hace 16 años, Cabrera dejó su trabajo en la agricultura y en la industria camaronera para convertirse en guardaparque de la Reserva Buenaventura de la Fundación Jocotoco. Cuando le propusieron aprender más sobre esta labor, no distinguía a las especies de aves, no sabía el motivo por el que se creó esta zona protegida, ni comprendía la importancia de cuidar a estos animales.
Sin embargo, siempre le llamó la atención el canto de esta ave, que se escuchaba como un chillido único en toda la zona, y sus colores verde y rojizo, que le impulsaron a aprender más sobre su historia y el proyecto.
Cuando Cabrera ingresó a la reserva, el perico de Orcés anidaba y volaba sobre los pocos remanentes de bosque de El Oro. Esta provincia es una de las más afectadas por la deforestación en Ecuador y, por otro lado, es el único hábitat de esta especie en el planeta.
En ese momento era común observar a la ave entre los 800 y los 1 300 metros sobre el nivel del mar (msnm). Pero, mientras pasaban los años, el guardaparque la veía cada vez en zonas más altas.
Hace tres años, recuerda, durante un monitoreo en la reserva en busca de otra especie, encontró a un grupo de seis pericos en un árbol de palma seco. Aunque esta podría parecer una imagen común, los animales se encontraban a 1 700 metros sobre el nivel del mar. Es decir, a más de 500 metros de su hábitat original.
Sandy Espinoza, especialista en aves, explica que este comportamiento es un mecanismo de adaptación de las aves al cambio climático. Las especies están buscando zonas cada vez más altas debido al incremento de temperatura.
El estudio ‘Projected impacts of climate change on habitat availability for an endangered parakeet’ (Impactos proyectados del cambio climático en la disponibilidad de hábitat, para un periquito en extinción), de Claudia Hermes, investigadora de la Universidad de Freiburg, Alemania, demuestra que esta ave ha subido alrededor de 90 m por década.
En 1985 habitaba en los 850 msnm y en 2015 ya estaba sobre los 1 100 msnm. En este estudio, en el que también participó el director de la Fundación Jocotoco, Martin Schaefer, se proyecta que para el año 2100 su área de distribución disminuirá.
Una reserva para el perico de Orcés
Mediante sus monitoreos, Cabrera ha comprobado que el cambio climático continúa avanzando. Aunque cuando ingresó a la reserva no comprendía el verdadero impacto de esta zona protegida en el animal, ahora explica a todos los turistas y a la comunidad su importancia.
La Reserva Buenaventura se creó en 1999 para salvar a este animal de la extinción. José León, coordinador de Proyectos de Investigación y Conservación de la Fundación Jocotoco, explica que, al ver las amenazas que acechaban a esta especie endémica de El Oro, se instaló la reserva entre los 400 y 1 300 msnm.
A la cacería, la destrucción del hábitat y el tráfico de especies, los investigadores comprobaron que se habían sumado los efectos del cambio climático. La extensión original ya no protegía al perico, que continuaba cambiando su rango de distribución. Así, empezaron a comprar más tierras para proteger el hábitat de la especie.
León explica que Buenaventura está en constante expansión. Actualmente, las cabeceras de los predios más nuevos se encuentran a los 1 700 msnm, donde ya se ha registrado la presencia del ave, como la imagen que recuerda Cabrera.
En esta reserva se están implementando proyectos para aumentar la población de estos animales que están clasificados como ‘En Peligro’ de extinción’. Se estima que existen menos de 1 500 individuos.
Jocotoco instaló un proyecto de cajas nido en 2009. León cuenta que uno de los principales problemas del ave estaba relacionado con la tala de árboles de palma. Al no tener dónde anidar, su población estaba disminuyendo.
Los investigadores crearon estos nidos artificiales para estimular su reproducción. Hasta el momento se ha registrado el nacimiento de 753 aves en estas cajas. Esto representa una contribución de más del 50% de la población global del perico de Orcés.
Cabrera cuenta que durante la época reproductiva, que va de diciembre a mayo, se realiza un monitoreo una vez por mes. El resto del año, trabaja en el mantenimiento de estas cajas nido. Además, se lleva a cabo un programa de restauración ambiental con plantas nativas para que el bosque vuelva a ser lo que era hace 30 años y pueda seguir recibiendo al perico a mayores alturas.
La experiencia se replica
Debido a esta experiencia, el proyecto se está replicando en otras zonas del país. Se lleva a cabo un programa similar con los pericos pechiblanco y cachetidorado en la reserva Tapichalaca, ubicada en Zamora Chinchipe. Lo mismo ocurre con el guacamayo verde mayor en la reserva Ayampe, en Manabí, y con la amazona lilacina, en la reserva Las Balsas, en Santa Elena.
Aunque estas prácticas están contribuyendo a la conservación del perico de Orcés, no es una solución definitiva. Si el cambio climático no se detiene, las aves seguirán subiendo hasta desaparecer.
Según la periodista especializada en temas ambientales Michelle Soto, se estima que las últimas cuatro décadas han sido las más calientes desde 1850. A menos que las naciones aumenten sus esfuerzos, se superarán los 2 grados centígrados durante el siglo XXI.
Para Sandy Espinoza, es vital trabajar en estrategias de adaptación. La especialista lleva a cabo el proyecto de Jardines Silvestres enfocado en recuperar los espacios verdes en áreas urbanas para que las ciudades sean más amigables con la fauna. Hasta el momento, como parte del proyecto, se han instalado estos jardines en 20 hogares y dos colegios en Quito.
La especialista explica que la extinción de un ave no solo implica su desaparición, sino que tiene un impacto en todo el funcionamiento del planeta.
Además, Ecuador es conocido por ser el cuarto país en el mundo con más especies de estos animales. Ahora, es fácil observar las más de 1 600 variedades en diferentes puntos y hay turismo que se sustenta en esta actividad. “Para observarlas, necesitamos conservarlas”, dice Espinosa.
En la Reserva Buenaventura también se promueve la observación del periquito de Orcés y otras aves endémicas. Cabrera ahora usa sus binoculares como sus principales aliados para mostrar a locales y extranjeros la importancia de este animal.
“El perico y la reserva no solo me abrieron las puertas de este lugar, sino que me enseñaron a actuar”. Cabrera ahora también tiene un terreno donde trata de replicar lo que ha aprendido en su trabajo para aliviar la situación de esta y otras aves.