Por Isabel Alarcón
La fragmentación de su hábitat, la ganadería mal manejada y el acercamiento irresponsable de las personas son tres actividades que están poniendo en riesgo al oso andino o de anteojos. Mientras las zonas pobladas se expanden hacia los bosques, el hogar de estos animales se reduce y son frecuentes las interacciones con las personas. Los conocidos como “conflictos gente-fauna” cada vez son más comunes.
Se estima que hay alrededor de 20.000 osos de anteojos en la región. Según la Lista Roja de Mamíferos del Ecuador, se encuentran ‘en peligro’ de extinción. Esta es una de las categorías más altas de amenaza. En toda su zona de distribución, que va desde Venezuela hasta el sur de Bolivia, son considerados ‘vulnerables’. Es decir, una categoría menos de riesgo.
Diferentes organizaciones en el país están llevando a cabo iniciativas para proteger a estos animales y su hábitat. Algunas se enfocan en analizar los movimientos de los osos y su interacción con las personas, mientras que otras están implementando técnicas para reducir los conflictos.
Rayito, una fuente de información
La mancha en su cara fue la inspiración de los investigadores que llamaron ‘Rayito’ al oso de anteojos que vive en la reserva Chakana, de la Fundación Jocotoco. En febrero de este 2024, se convirtió en el primero de su especie, en portar un collar satelital en la reserva.
José León, coordinador de proyectos de investigación de la Fundación Jocotoco, explica que Rayito nació en Chakana, ubicada en la zona de amortiguamiento de la Reserva Ecológica Antisana, entre Pichincha y Napo.
La primera vez que lo vieron fue en 2016, cuando lograron capturar su imagen en las cámaras trampa. Al ser el oso que más salía en estas tomas, lo eligieron para llevar a cabo el proyecto de investigación con la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Lo atraparon y le colocaron el collar satelital, que ya está registrando sus movimientos.
Becky Zug, directora del Laboratorio de Ecología y Conservación de Carnívoros de la USFQ, cuenta que en estas dos semanas han visto que Rayito está fuera de Chakana. La mayor parte de su tiempo se mueve por propiedades privadas, al lado de áreas pobladas.
La idea es analizar sus movimientos para comprender cómo funciona la conectividad en la zona y evidenciar si la reserva sirve como corredor ecológico entre los osos que están en el Antisana y los de Papallacta.
“Si podemos proteger a los osos andinos en este paisaje, también podremos proteger los servicios ecosistémicos que proporciona el páramo en la región, incluida la principal fuente de agua dulce para los 2,6 millones de habitantes de Quito”, resalta Zug.
Como parte del proyecto de la USFQ, desde el 2021 han registrado la presencia de 20 osos, que pasean y viven en esta zona. Además, están trabajando con operadores locales y visitantes para reducir el impacto negativo del turismo en la zona.
Combate al conflicto humano-animal
Aunque Rayito no ha sufrido impactos o daños al transitar por zonas pobladas, no ocurre lo mismo con otros de su especie. Con el aumento de la frontera agrícola y la presencia de ganadería en los páramos, los osos han encontrado un nuevo “supermercado”, como lo define Martín Bustamante, biólogo y director del Zoológico de Quito en Guayllabamba. Aunque el oso evolucionó sin ovejas, vacas y truchas, ha aprendido a comerlas.
El problema es que, por temor a que los osos ataquen a las vacas y se coman su maíz, los dueños de las fincas toman represalias. Uno de los casos más conocidos ocurrió en 2019, cuando se encontró el cuerpo de Tushuk colgado en un palo. Se cree que las personas lo alimentaban y perdió el miedo a acercarse a las zonas pobladas. El caso sigue en la justicia, y aún no se ha encontrado a los responsables.
Andrés Laguna, biólogo en el estudio, manejo y conservación de grandes mamíferos en la Prefectura de Imbabura, explica que en el año 2000 se obtuvieron los primeros registros de un oso consumiendo maíz en Imbabura. Dos años más tarde, le llegó otro reporte en Cuyuja, en Napo. Allí, la gente pensaba que un demonio estaba comiéndose su ganado y colocaban imágenes religiosas para alejarlo, pero no lograban evitar que sus vacas desaparecieran.
A partir del 2009, el problema fue más evidente, dice Laguna, quien también es director Científico de Big Mammals Conservation (BMC). En ese momento, la ganadería se extendió, pero su manejo no era adecuado. Se talaba la montaña, se sembraba césped y se colocaba al ganado sin cercas o corrales para mantenerlos a salvo. Además, los cuerpos de las vacas, que morían porque se caían a las quebradas, permanecían en el bosque, lo que también llamaba la atención de los osos.
“Si no manejas el ganado, el oso aprende a comer el ganado muerto y eventualmente reconoce las presas cuando están en pie”, explica el especialista en estos animales. En un estudio que se llevó a cabo entre el 2009 y el 2013, el oso atacó 300 cabezas de ganado, de un total de 9.000 que había en el área. “Eran animales puestos en bandeja de plata”, cuenta.
Medidas disuasivas
Por eso, Laguna y su equipo realizan campañas para evitar los conflictos gente-fauna. También han implementado medidas disuasivas. Una de estas es la colocación de orina humana en los exteriores de las fincas. En un estudio realizado en 15 propiedades en los parques nacionales Antisana, Sumaco y Cayambe- Coca, las fincas que contaban con las señales olfativas no tuvieron ataques de osos al ganado durante un año, mientras que las otras tenían encuentros recurrentes.
Hasta el momento han aplicado esta técnica en 10 puntos del país. El problema es que, en algún momento, los animales se van a dar cuenta que no es el humano el que está presente en el área (solo su orina). Por ahora, están planificando prototipos de señales auditivas.
La última opción es reubicar a los osos en otras zonas. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Urkuñan, que empezó a comer alpacas en Zuleta. Este oso fue reubicado lejos de las amenazas para su vida. Cada año se reubican entre uno y dos de estos animales por los conflictos humano-animal.
Pero, si la frontera agrícola continúa aumentando y el bosque sigue fragmentándose, ya no habrá espacios seguros para los osos. Para Laguna, más allá de las medidas temporales, lo más importante es pensar en acciones que fomenten la producción, pero que no olviden la conservación.