Los gallinazos anuncian la llegada de la basura al relleno sanitario de El Coca. Mientras el camión descarga los desechos, cientos de aves se agrupan alrededor de las fundas, empaques de comida, costales, botellas plásticas, e incluso ropa, que llegan todos los días hasta este punto de la provincia de Orellana, en la parte norte de la Amazonía ecuatoriana. Rápidamente, la maquinaría empieza a cubrirlos con la tierra, pero los problemas que tiene este sitio no se pueden esconder bajo el suelo.
Fernando Córdova observa esta escena desde una montaña de 15 metros, que se levanta sobre la basura de años previos. El olor a fruta descompuesta que se expande por el terreno de más de seis hectáreas, y que cada vez se torna más potente, ya no sorprende a este vecino del relleno. Aunque ya se acostumbró a convivir con este “aroma” desde hace 25 años, sigue luchando con la esperanza de que algún día desaparezca.
Córdova vive a menos de 300 metros de este sitio de disposición final, en La Paz. Esta es una de las cuatro comunidades afectadas de forma directa por el manejo de este relleno. No solo son los olores, las ratas, los mosquitos; sus esteros, que son sus principales fuentes de agua para beber, bañarse y mantener sus cultivos, están contaminados.
El relleno sanitario de El Coca, en la provincia de Orellana, se empezará a cerrar este año. Por disposición de la justicia ecuatoriana, la basura de la zona se depositará en un nuevo relleno a partir del 2025. Foto: Isabel Alarcón
Las comunidades denuncian la descarga directa de lixiviados y químicos, que ha afectado su salud y a sus animales. Pero ellos no son los únicos perjudicados. Sin saberlo, la población amazónica que utiliza los ríos Indillama y Napo también recibe esta contaminación.
La lucha de este grupo de vecinos llegó a la justicia y, después de varios años, lograron demostrar las irregularidades. Pero el relleno sigue funcionando y la batalla aún no ha terminado. La conocida como ‘celda 4’, un proyecto para reemplazar al actual botadero, se ha convertido en una pesadilla, ya que pondría en riesgo a otras fuentes de agua. El actual relleno debió cerrar en el 2022, pero obtuvieron una prórroga. Aunque solo puede operar hasta este año, no hay certezas sobre las nuevas opciones para destinar todos los desechos de una ciudad que, marcada por la industria petrolera, sigue expandiéndose.
“Espero que ocurra un milagro aquí porque, de lo contrario, no se puede vivir más”, dice José Quinche, uno de los vecinos de la comunidad de La Paz. A sus 56 años, este hombre recuerda que, antes de que se instalara el botadero, en 1998, la zona estaba cubierta de esteros, las personas se bañaban en las fuentes de agua y pescaban. Ahora, ya no pueden realizar ninguna de estas actividades porque los peces se han ido y el agua ha cambiado de textura y color.
Gabriela Echeverria, docente e investigadora del laboratorio Biomas de la Universidad de las Américas (UDLA), explica que uno de los impactos más comunes de la mala gestión de desechos es la eutrofización de las aguas: cuando aumentan los niveles de fósforo y nitrógeno, empiezan estos crecimientos excesivos de ciertas algas que consumen el oxígeno y se produce un desequilibrio en la diversidad de la fauna acuática.
Estos fenómenos ocurren en el caso de los desechos en áreas urbanas, que tienen mucho contenido orgánico. Se pueden detectar fácilmente porque ya no se ven las piedras y cuando uno las toca, siente una película babosa. Incluso, como relata Quinche, cambia el olor y el color del agua, que se vuelve más turbia. Esto ya se ve en pequeños esteros cerca de los poblados, cuenta Echeverría.
José Quinche, de la comunidad La Paz, vive a menos de 500 metros del relleno de El Coca.
En las tardes y las noches la situación de quienes viven al lado del relleno es peor. “Es la pestilencia del siglo. Hay veces en que no tapan la basura y no hay como ni merendar. Peor cuando llueve”, cuenta Quinche. Su casa está a menos de 300 metros del basurero, que se ubica en el kilómetro 9 de la vía Auca, a 10 minutos del centro de la ciudad de Puerto Francisco de Orellana, más conocida como El Coca.
En esta casa nacieron sus tres hijos, que meses más tarde fueron diagnosticados con una discapacidad, que para Quinche, está relacionada con los impactos de los desechos. Las alergias son frecuentes, al igual que las picaduras de mosquitos.
Córdova cuenta que la situación era controlable en los inicios, pero poco a poco fue empeorando por la falta de separación de los residuos. “Es difícil que la gente ponga un comedor o negocio porque los olores son fuertes. Se perciben a unos 400 metros porque todo esto está rellenado solo con tierra”, dice, mientras señala las montañas de basura.
Fedelicia Álvarez, vecina de la comunidad de La Paz, vive a 300 metros del relleno. Su hijo, Fernando Cordova, es uno de los principales líderes en la lucha por mejorar la gestión de la basura en su provincia. Foto: Isabel Alarcón
El relleno se instaló en una hacienda de 200 hectáreas que pertenece al Municipio. A pesar de que en la norma ambiental del país se establece que estos sitios deberían estar a una distancia mínima de 500 metros de las casas, alrededor de 130 personas viven a menos de 300 metros de este lugar.
Hasta este punto, según datos del Municipio, llegan 80 toneladas de basura cada día. Es decir, cada mes el equivalente al peso de 480 elefantes de desechos. El 60% es orgánico y el resto corresponde a materiales que podrían reciclarse, pero en el relleno no hay separación de residuos.
El Coca es la segunda ciudad más poblada de la Amazonía ecuatoriana, con 95 130 habitantes. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2001 este cantón contaba con 85 400 habitantes. Aunque el aumento de la población no es significativo, según el estudio ‘Territorios en sacrificio, comunidades basurizadas’,coordinado por Solíz y realizado con otros 12 investigadores, lo que ha cambiado son los modos de vida.
Hace 20 años las personas se dedicaban sobre todo a la agricultura y tenían bajos niveles de consumo. Con el aumento de los precios del petróleo, entre 2004 y 2014, las actividades petroleras se expandieron en Orellana, lo que ha implicado un mayor consumo, proliferación de negocios y crecimiento demográfico por la inmigración. Se estima que cada habitante en El Coca produce 0,96 kilogramos de basura por día(2020). Según el estudio ‘Salud colectiva y ecología política: la basura en Ecuador’, de María Fernanda Solíz, este es uno de los cantones con índices de generación de desechos per cápita más elevados y baja densidad poblacional. Todo esto vinculado a la actividad extractiva y sus dinámicas.
La basura se amontona en dos montañas que están cubiertas de arcilla para evitar los malos olores, dice Julio Porras, encargado de la recepción de residuos sólidos en el relleno. También hay siete piscinas donde se tratan los lixiviados (líquidos que provienen de los desechos).
Este es uno de los mayores problemas en una zona como la Amazonía. Héctor Pérez, técnico de incidencia política en Cáritas Ecuador, explica que el calor y la humedad aceleran la descomposición de la basura orgánica y, por lo tanto, la producción de lixiviados que terminan en los ríos. Con la lluvia, también característica de la región amazónica, y el poco control, aumenta la posibilidad de que estos líquidos se rieguen a los pequeños esteros.
Porras explica que este 2023 implementaron un proceso físico químico para tratar los lixiviados y evitar que se dirijan directamente a las fuentes de agua. Mediante esta técnica, logran que una parte se evapore, mientras que el restante lo siguen filtrando hasta que llegue a los límites permisibles para descargar finalmente en los esteros aledaños.
Una de las principales quejas de los vecinos es el derrame de lixiviados en sus fuentes de agua. El Municipio está implementando un nuevo sistema de tratamiento desde el 2023. Foto: Isabel Alarcón
En los dos meses que él ha trabajado en el vertedero, asegura, no se han hecho descargas directas. Pero Luis Galarza ya no confía. Este vecino de La Paz, junto con sus compañeros, acude regularmente hasta el relleno para verificar el proceso. Hace tres días hubo “una pestilencia” en su casa y está seguro de que todavía descargan los líquidos contaminantes a la laguna del sector. Por eso, ha pedido al Municipio que vigile las descargas, para constatar que el agua esté limpia.
“Todo cae a un estero que va hasta el kilómetro 17 de la vía al Auca”, dice Galarza. Es decir, recorre 8 kilómetros. Pero el impacto es aún mayor. El técnico de Incidencia Política de la fundación Cáritas Ecuador, quien ha seguido de cerca este proceso, explica que el agua de los esteros pequeños que se juntan en el basurero va al río Indillama y, luego, al Napo.
Un estudio de la Prefectura de Orellana, realizado entre 2011 y 2015, muestra que la calidad del agua del Indillama es crítica. Esto se asocia con descargas residuales industriales y domiciliarias, además de la gran cantidad de pasivos ambientales en esta zona. En otro análisis de la misma entidad sobre el estado de 10 subcuencas, Indillama aparece en la categoría más preocupante o de calidad “dudosa”, junto con la cuenca de los ríos Aguarico y Curaray.
El calor y la humedad aceleran la descomposición de la basura orgánica y, por lo tanto, la producción de lixiviados que terminan en los ríos. Con la lluvia y el poco control, aumenta la posibilidad de que los líquidos se rieguen a los esteros.Foto: Isabel Alarcón
En su libro ‘Línea base de Orellana’, la Prefectura también señala que el río Indillama tiene cantidades considerables de coliformes fecales y sus niveles están por encima de los aceptables de calidad de agua para el consumo humano.
Los habitantes de las zonas aledañas al relleno han sentido los impactos de la mala calidad del agua. Zoila Castillo, presidenta de Los Laureles (65 familias), otra de las comunidades afectadas, cuenta que hay personas con problemas de piel y enfermedades gastrointestinales. En esta comunidad dependen del agua de los esteros para cocinar, lavar su ropa y alimentar a sus animales.
El ‘Análisis situacional integral de salud’, de la Dirección Distrital Orellana-Loreto del Ministerio de Salud, muestra que más de la mitad de las casas de la parroquia El Dorado, a la que pertenecen las comunidades aledañas al relleno, no cuentan con agua potable ni con alcantarillado sanitario. Por eso, presentan diversas morbilidades asociadas a este problema. Las infecciones a las vías urinarias fueron la segunda causa más frecuente de consulta, seguidas de la parasitosis intestinal.
Fernando Córdova explica cuáles son las afectaciones de los lixiviados a sus fuentes de agua.
Las vacas han sido de las principales afectadas en esta zona, que depende de la agricultura y la ganadería. Castillo cuenta que los animales mueren cada vez que hay derrames de lixiviados. Y estos episodios son frecuentes, debido a las lluvias, que transportan todas estas sustancias a los esteros. Los vecinos incluso han optado por colocar cercos para evitar que el ganado consuma esta agua.
A pesar de las quejas de la comunidad, el botadero de El Coca se convirtió en relleno sanitario en el 2015, cuando toda la hacienda de 200 hectáreas obtuvo la licencia ambiental del Ministerio del MAATE. Ya con este permiso, los problemas seguían, pero la lucha de las cuatro comunidades se fortaleció durante esos años. Acudieron a la Defensoría del Pueblo, que se pronunció a favor de los habitantes de esta zona, y a la Asamblea Nacional, que también evidenció los impactos del mal manejo del relleno. En mayo del 2021 presentaron una acción de protección contra el Municipio, por la violación a los derechos a un ambiente sano, a la salud, al agua, a la consulta ambiental y al derecho de la naturaleza a que se respete íntegramente su existencia.
La acción de protección se aceptó en primera instancia y, pese a que el Municipio apeló, la sentencia fue ratificada en la Corte Provincial de Orellana. Entre las disposiciones resaltan la remediación de los esteros y las tierras aledañas, disculpas públicas, mejoramiento de la infraestructura para el control de lixiviados y el cierre definitivo del botadero en el plazo de un año. En el 2023, el Municipio acudió nuevamente a los tribunales para pedir una prórroga de mínimo cuatro años, ya que consideraban que el tiempo inicial no era suficiente.
“La comunidad no está de acuerdo con que se utilice la celda cuatro, que sería el único lugar en donde el Municipio podría hacer uso en este momento para depositar los desechos sólidos y proceder al cierre técnico”, decía Marcelo Córdova Cárdenas, abogado del Municipio de Francisco de Orellana, en la audiencia del 31 de mayo del 2023. Según la defensa de la Alcaldía, la oposición de la comunidad a este nuevo espacio, conocido como celda cuatro, afectaba al cumplimiento de los plazos. Las comunidades argumentaban que el proyecto de la celda no respetó el proceso de consulta ambiental, no contaba con permiso ambiental e iba a seguir causando afectaciones a los esteros y a los habitantes de la zona.
José Quinche, Fernando Córdova, Fedelicia Álvarez y Luis Galarza son algunos de los vecinos que lograron que la justicia falle a favor del cierre del relleno sanitario de El Coca. Ahora se mantienen vigilantes a que se cumplan las medidas.Foto: Isabel Alarcón
Otra de las justificaciones de la prórroga fue la demora del Ministerio del Ambiente en emitir los documentos de viabilidad técnica para el cierre. “La Ley Orgánica del Ambiente estima tiempos. Tienen 75 días para la aprobación de la viabilidad técnica. Ya van 171 días hasta hoy y no se ha procedido a aprobar”, defendía en la audiencia Paola Ramos, jefa de Residuos Sólidos del Municipio de Orellana en el 2023.
Sin embargo, el Municipio presentó recién 16 meses después de la sentencia los informes técnicos al Ministerio del Ambiente para su evaluación. Finalmente, la justicia le otorgó un plazo de dos años para el cierre definitivo, que se cumplen en 2025.
Delfín Ordóñez, director de Ambiente, explica que el relleno ya cuenta con la licencia ambiental para su cierre. En agosto de este 2024 ya se empezaría el cierre del relleno y en mayo, cuando se vence el plazo, ya estaría listo. Mientras tanto, están monitoreando los niveles de contaminación para buscar las formas de remediar los impactos en los esteros.
Uno de los motivos para que el Municipio pidiera la prórroga fue la conocida celda cuatro. Allí se iba a instalar el nuevo relleno; sin embargo, los vecinos se dieron cuenta de que este espacio también estaba rodeado por cuerpos de agua, que tenía dos esteros que colindan con la celda y que afectaría directamente a la comunidad El Oro, que no tiene agua potable.
La celda cuatro era el sitio donde se iba a instalar el nuevo relleno. Sin embargo, los vecinos se dieron cuenta de que este espacio también estaba rodeado por cuerpos de agua. Ahora, está abandonado.Foto: Isabel Alarcón
A pesar de no contar con los permisos ambientales, esta mega estructura se construyó al otro extremo del terreno municipal. “No es necesario que seamos técnicos para darnos cuenta de que está hecho en un lugar inadecuado”, dice Córdova, mientras recorre las instalaciones abandonadas de esta celda. La geomembrana que recubre el terreno luce como bolsas plásticas desgastadas y los huecos son visibles en algunas zonas. A pocos metros se encuentra una pequeña piscina vacía para los lixiviados.
Un informe realizado por la consultora Surtierra, en abril del 2023, revela que este sitio no cuenta con las condiciones mínimas necesarias para almacenar residuos. También demuestra que está construida en medio del cauce de una quebrada y hay un alto riesgo de desbordamiento de los desechos. Tampoco cumple con la normativa ambiental vigente, al estar a menos de 500m de las viviendas más cercanas.
Una de las quejas de los vecinos del relleno estaba relacionada con el tamaño reducido del espacio para los lixiviados de la Celda cuatro. Foto: Isabel Alarcón
El ingeniero José Gavilanes coincide con los resultados de la consultoría. Tras una inspección que realizó con los técnicos del Municipio, evidenció que “la probabilidad de que se rompa la geomembrana es extremadamente alta”. Otro punto que le preocupa es que las comunidades utilizan el agua de los esteros para cocinar, sembrar y mantener a sus animales. “Por más que el tratamiento de los lixiviados se dé de una forma adecuada y cumpla con la normativa de la calidad de descarga para el mantenimiento de la vida acuática, no estamos considerando que aquí realmente hay un uso directo del agua por parte de comunidades de personas”, sostiene.
Gracias a la presión de la comunidad, se detuvo el avance de esta celda. Sin embargo, de acuerdo con información publicada en la página del Municipio, se invirtieron USD 402.000 en este espacio, que se empezó a construir en 2017.
Delfín Ordóñez, director de Ambiente del Municipio de Francisco de Orellana, admite que el futuro de esta celda es incierto y asegura que una de las opciones es destinarla para descargar escombros o residuos que no generen lixiviados. Explica que se construirá una nueva celda de emergencia, a 500 metros del relleno actual, para empezar con el cierre. Ahora están realizando el estudio de viabilidad del nuevo espacio y esperan que esté listo en el primer cuatrimestre del año, para iniciar la construcción.
Esta mega estructura se construyó al otro extremo del terreno municipal. La geomembrana que recubre el terreno luce como bolsas plásticas desgastadas y los huecos son visibles en algunas zonas. Foto: Isabel Alarcón
En esta ocasión, dice, se instalará la celda con las regulaciones municipales que se exigen, como control de vectores, tratamiento de lixiviados y sistemas de impermeabilización, algo con lo que no cuenta el actual relleno.
Ordóñez explica que se destinarán USD 350.000 para construir la nueva celda, que tendrá dos años de vida, y otros USD 400.000 para cerrar el relleno actual. Estos son algunos montos que el Municipio se pudo haber ahorrado, si se controlaba lo que estaba pasando 20 años atrás.
Mientras tanto, las comunidades siguen activas. Van de forma constante al relleno, presentaron un proyecto de ordenanza para fomentar la separación de los residuos y están atentos de que se cumplan los procesos de cierre y remediación.
A dos horas de El Coca, se encuentra Lago Agrio, la capital de Sucumbios. Junto con Orellana, ambas provincias han sido históricamente afectadas por la extracción de petróleo. También comparten una historia similar en torno a la gestión de la basura. En el pasado, el relleno sanitario de Lago Agrio, la ciudad más poblada de la Amazonía, fue uno de los casos de lucha más conocidos.
A diferencia de las comunidades de El Coca, en esta zona reina el silencio entre los moradores que habitan a menos de 200 metros del relleno. Incluso los moscos que abundan en estos hogares, sobrevuelan somnolientos y sin emitir sonidos. A pesar de que los habitantes de la comunidad Puerto Rico cuentan los impactos de los contaminantes, de las fumigaciones, de las ratas y los olores, ninguno quiere dar su nombre o ser mencionado. Los principales dirigentes ahora trabajan para el Municipio.
El relleno obtuvo su licencia ambiental en 2012. Según las autoridades, antes no había un control de los desechos que llegaban. Ahora se realiza un monitoreo de la basura y lixiviados. Foto: Isabel Alarcón
El relleno se inició como un botadero a cielo abierto, en 1990, en la comunidad de Puerto Rico. Según el estudio ‘Salud colectiva y ecología política: la basura en Ecuador’, de María Fernanda Solíz, aproximadamente 10 empresas (en su mayoría petroleras) depositaban sus desechos directamente en el botadero, sin límite de toneladas dispuestas. Las petroleras eran responsables por la producción de la mitad de los desechos diariamente.
Janela Gutiérrez, subdirectora de Desechos Sólidos del Municipio de Lago Agrio, explica que hasta el 2012, cuando este sitio obtuvo la licencia ambiental y se convirtió en relleno sanitario, no había un control de los desechos que llegaban. Ahora, no se reciben materiales peligrosos, dice, aunque sí los desechos comunes de dos petroleras que pagan por el servicio.
Ya con la autorización ambiental, se empezaron a construir las celdas en otra zona de este mismo terreno de 62 hectáreas, que ya pertenecía al Municipio. El estudio de Fernanda Solíz muestra que el 41% de la población de Puerto Rico vive a menos de dos kilómetros del basural, incluso hay una escuela en este radio. “Nadie quisiera que un relleno esté cerca, pero nos fijamos en que la contaminación sea menor”, dice Gutiérrez.
El relleno sanitario se encuentra en la comunidad de Puerto Rico, a 10 minutos del centro de la ciudad de Lago Agrio, capital de Sucumbios. Foto: William Quenama
Por eso, muestra que el relleno ahora cuenta con un tratamiento de lixiviados para evitar las descargas directas a la naturaleza. Después del proceso, se vierten los líquidos al estero autorizado con la licencia ambiental. También existe un mecanismo para prevenir la contaminación de las seis celdas que ya están cerradas y se ha instalado un galpón para ayudar a los recicladores a separar sus residuos.
Sin embargo, varios vecinos cuentan que todavía sufren afectaciones al usar el agua de los esteros. Algunos levantan sus blusas y camisas para mostrar los granitos que cada cierto tiempo aparecen en sus brazos.
En ocasiones se forman parches rojos que permanecen en sus cuerpos un par de semanas, desaparecen y luego salen nuevamente. Incluso los bebés ya tienen estas manchas en su cuerpo. Una de las vecinas del sector dice que se han acostumbrado a colocarse cremas para aliviar la picazón, pero ya no recurren al médico.
Los vecinos del relleno sanitario de Lago Agrio, en Sucumbíos, han denunciado lesiones en su piel y problemas gastrointestinales asociados a la contaminación de sus riachuelos. Foto: Isabel Alarcón
“Hay días llenos de moscos. Cada dos meses vienen a fumigar, pero las moscas se reproducen cada mes”, cuenta una de las moradoras de la zona, mientras aleja los bichos de su bebé de un año. Gutiérrez afirma que no han registrado este tipo de denuncias.
Si bien no hay estudios sobre la contaminación de los cuerpos de agua que rodean al relleno de Lago Agrio, hay análisis que muestran sus posibles consecuencias en la salud. Solíz y su equipo encontraron en el 2016 que el 42,86% de los miembros de la comunidad presentaba alergias. De los problemas de piel encontrados, el 24,76% correspondía a eczemas vinculados al contacto con el agua contaminada y los químicos de las fumigaciones.
Por otro lado, Héctor Pérez, técnico de Incidencia Política en Cáritas Ecuador, explica que, al igual que lo que ocurre con el relleno de El Coca, la contaminación de los esteros del vertedero de Lago Agrio llega a uno de los principales ríos de la Amazonía: el Aguarico.
Los habitantes de Puerto Rico están conscientes de las afectaciones en su agua, pero mantienen su lucha en los murmullos del barrio. Mientras tanto, Córdova y el grupo de vecinos del relleno de El Coca esperan inspirar con su ejemplo a que otras comunidades le hagan frente a esta problemática. Ahora se preparan para la nueva etapa de su conflicto: el inicio de un nuevo basural.