Por Isabel Alarcón
Generar la menor cantidad de basura en su día a día es lo que marca las decisiones de Daniela, Cat y Carolina. Estas tres mujeres demuestran que, al cambiar algunos hábitos, es posible llevar un estilo de vida ‘cero desechos’ o más amigable con el planeta.
Con una acción que parece simple, como empezar a separar sus residuos en el hogar, las tres se dieron cuenta de la cantidad de basura innecesaria que producían. Más de la mitad podía convertirse en abono, otra parte podía reutilizarse y, en algunos casos, su consumo no era necesario.
Esto las motivó a implementar otras acciones en su estilo de vida como rechazar lo que no necesitan realmente, evitar los envases de un solo uso (como el plástico) y aprovechar todos sus productos al máximo.
En este 30 de marzo del 2023, que se estableció como el primer Día Internacional de Cero Desechos o Zero Waste, justamente se reconoce la importancia de este tipo de acciones para evitar que la basura se siga expandiendo en el planeta.
Esto ocurre en un contexto en el que cada minuto se vierte el equivalente a un camión de basura en los océanos y en las ciudades del mundo se producen 2.240 millones de toneladas de residuos. Esto formaría una montaña de basura más alta que el Everest.
Carolina Saá promueve el reciclaje
Carolina Saá siempre lleva un termo, para no comprar agua en la tienda, y una bolsa de tela o reciclada. Estos artículos y su scooter, en el que se moviliza todos los días por Quito, son parte de sus principales herramientas para luchar contra la contaminación en el planeta.
Desde hace cuatro años, esta quiteña adoptó un estilo de vida ‘zero waste’. “En un viaje a la playa me acordé cuando tenía 6 años y recogía feliz conchas en la arena. Ahora, ver que mis hijas deben recoger basura plástica, me conmueve y me motiva a actuar”, cuenta.
Además de separar su basura, lo primero que cambió fue su cepillo de dientes. Ahora utiliza uno de bambú. A este se sumaron una rasuradora de acero inoxidable, para dejar de lado las desechables, y cotonetes reutilizables.
También reemplazó el papel higiénico para sonarse la nariz por un pañuelo de tela, como se usaba en el pasado, y las frutas y verduras las compra al peso o al granel. Solo produce una libra de basura por semana.
Para Saá, “no gracias” es la expresión mágica del ‘zero waste’. “¿Quiere sorbete? No, gracias. ¿Quiere bolsa? No, gracias”, bromea. En cada elección diaria, se plantea cómo producir un menor impacto.
Como parte de estos hábitos, ella incluye reducir el consumo de agua y de luz, movilizarse “conscientemente”, dejar de lado productos contaminantes y promover el comercio justo. Su afán de proteger esta Tierra la llevó a estudiar una especialización en Sostenibilidad y a crear el Laboratorio de Reciclaje.
En este sitio, que se inauguró hace siete meses, se reciben todo tipo de materiales, desde radiografías hasta aceite usado de cocina, para transformarlos en otros productos.
Cat Lemos fomenta la comunidad Cero Desperdicios
“No hay ‘zero waste’ perfectos, pero lo importante es tener un consumo consciente”, dice Cat Lemos. Desde hace 14 años, esta joven trata de reducir su huella en el planeta y de motivar a otros a que se unan.
Su “despertar” o camino hacia ‘cero desechos’ se inició cuando vivía en Italia. En ese país ya eran comunes las ferias de ropa de segunda mano, los sitios donde podía recargar gratis su botella de agua y las charlas sobre el desperdicio de los recursos. También se vinculó a ferias agroecológicas y sitios donde se aprovechaba el alimento que otros botaban.
Con todas estas ideas, llegó al país en busca de iniciativas similares. Así se vinculó a movimientos como Food Sharing, que es una red que coordina con los locales de comida para retirar los alimentos que les sobran. Ahora lo hace por su cuenta. Se pone de acuerdo con las panaderías o fruterías de su barrio y recoge los productos que no se vendieron.
Cambio de hábitos
En su día a día también evita el plástico, separa su basura y contrata un servicio para que recojan sus desechos orgánicos. Ya no usa artículos personales ni de limpieza con químicos, ya que compra los orgánicos y los pone en envases reutilizables. Además, su armario es “un 80% sostenible”. La mayoría de su ropa es de segundo uso.
Este hábito se relaciona con que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo. Para motivar a otros a optar por este tipo de prendas, incluso creó la feria llamada ‘La Cava de Prendas’.
Al ver la cantidad de personas que están tratando de contribuir con el planeta, Lemos fundó el grupo ‘Quito Desperdicios Cero’ en Instagram y Facebook. Allí, las personas pueden intercambiar productos, dar consejos y conocer emprendimientos ‘zero waste’. Por ejemplo,conoció una iniciativa ‘cero desechos’ en la que se usan menos de cinco litros para lavar cada auto.
Esta idea se extendió a otras partes del país. Hay grupos para sectores como Los Chillos y Cumbayá, y para otras ciudades como Guayaquil y Cuenca. La comunidad Cero Desperdicios reúne a casi 10 mil personas en Instagram y Facebook. Ahora está en un nuevo proyecto llamado ‘Sustainable Rockstars’, que mezcla la cultura, bienestar, social y ecología.
Daniela Suárez difunde el compostaje
Para Daniela Suárez, el estilo ‘zero waste’ no implica no generar residuos, sino la posibilidad de conectar con lo que realmente se necesita cada día. El compostaje, que es el aprovechamiento de los residuos orgánicos, se ha convertido en su principal enfoque.
Hace 10 años, Suárez se vinculó con el compostaje en su universidad. Tuvo una clase en la que trataron de convertir estos residuos orgánicos en tierra, y no funcionó. Así empezó a tratar de hacerlo en su casa hasta que finalmente lo logró. Ahora, produce menos de la mitad de basura, ya que el 60% correspondía a estos orgánicos, como cáscaras de frutas, que se convierten en abono.
Para que otros también lo hagan, hace cuatro años, Suárez empezó a ofrecer el servicio de reciclaje diferenciado a domicilio. Su emprendimiento ‘Entrejardines reciclaje orgánico’ consiste en recoger los residuos orgánicos y transformarlos. Tiene paquetes semanales, quincenales y mensuales.
Usar bolsas de silicona y envases reutilizables, reciclar y evitar el desperdicio son parte de sus hábitos básicos. “Lo principal es utilizar todo lo que ya tienes. Por ahí hay que empezar”, dice.
Para quienes decidan incursionar en este estilo de vida, Suárez recomienda acciones sencillas como comprar frutas y verduras al granel en los mercados para evitar las bolsas plásticas. Lo más importante, dice, es cuestionarse qué realmente utilizan y necesitan, ya que “solo mirando tu basura te das cuenta lo que consumes”.
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