Por Isabel Alarcón
El sueño de Elvia Pizuña es algún día ganar el sueldo básico por su trabajo. Todas las noches manipula la basura en el sur de Quito para recolectar el material reciclable que las personas botan. Si no fuera por su labor, estos residuos se enterrarían junto con los desechos comunes y contribuirían al colapso del relleno sanitario de la ciudad o se acumularían en las calles.
Aun así, durante su jornada, es común que escuche frases como “no toques mi basura”, “no abras mis fundas” o “no te voy a ayudar a que te enriquezcas con mi basura”. Desde hace 35 años, esta recicladora de base recorre durante más de ocho horas por día la zona de Quitumbe en busca de papel, plástico, cartón y vidrio, que son su única fuente de ingreso.
Con la pandemia, su sueño de llegar al sueldo básico parece alejarse, ya que las personas no separan sus residuos en los hogares. En los primeros meses de emergencia, las ganancias mensuales llegaban a los USD 100. Ahora, que se empiezan a normalizar las actividades, rondan los USD 230.
En los barrios que recorre, un promedio de 10 casas separan sus residuos. El resto los mezcla con la basura común, por lo que muchas veces no puede rescatar todos los materiales. A esto se suma otra consecuencia de la pandemia: más recicladores informales.
El desempleo relacionado con la emergencia sanitaria provocó que más personas salgan a las calles en busca de materiales reciclables. Aunque no es una actividad económicamente rentable –por el kilo de plástico les pagan hasta USD 0,85, y por el de vidrio USD 0,02– es una opción para quienes ya no encuentran trabajo en otras empresas.
Pedro Puente, de 72 años, y Agustina Olliña, de 71, empezaron a recoger plásticos y cartones desde que se inició la pandemia. “Reciclamos para sobrevivir”, dice Puente, mientras acomoda lo recolectado afuera de su casa. Esta pareja se dedicaba a cortar madera en el bosque, pero no los volvieron a contratar.
A pesar de que todas las mañanas recorren las calles de Carretas Alto, en el norte de Quito, no recogen grandes cantidades de reciclables. Cada tres meses logran vender sus materiales y reciben USD 90. “Con eso tenemos que pagar servicios y la comida”.
Según datos de la Red Nacional de Recicladores del Ecuador (Renarec), 20 000 personas se dedican a este trabajo en el país. De estos, aproximadamente 1 000 están asociados. Esta cifra corresponde al último análisis sobre la situación de los recicladores que se realizó en 2015. El Ministerio de Inclusión Económica y Social está realizando un censo, que se espera esté listo a finales de mayo.
Pizuña, también vicepresidenta de Renarec, estima que, tras la pandemia, hay cuatro veces más informales que antes. En 2014 se calculaba que en Quito habían 1 500 recicladores, en 2018 subió a 3 400 y ahora se cree que esa cifra también se ha cuadruplicado en la capital.
“Antes teníamos zonas asignadas y las respetábamos”, cuenta Pizuña. Ahora se encuentra hasta con cinco personas que están en busca de estos materiales en su cuadra. Otro fenómeno que ha visto es que son familias enteras las que se han sumado a este trabajo, al igual que extranjeros que llegan en camionetas y se llevan la mayoría de los reciclables.
Nelly Chango, de 56 años, trata de ir más temprano a recoger los reciclables en su zona para evitar que los nuevos recicladores se lleven el material. Todos los días viaja desde su hogar en La Roldos hasta el sector de las avenidas De los Granados y 6 de Diciembre, norte de Quito, para recolectar plástico, cartón, papel y vidrio.
Junto con su madre, de 73 años, visitan los edificios desde las 10:00 hasta las 19:00 y después se dedican a clasificar. En las noches, también observan la llegada de informales que usan motos o camionetas para cargar los reciclables. Ante la competencia y el poco reciclaje, sus ganancias no superan los USD 100 al mes. Ambas se contagiaron de covid-19 mientras trabajaban, por lo que dejaron de recibir ingresos por un tiempo.
Para Pizuña, si las personas separaran sus residuos, crecería la industria y se trabajaría de forma coordinada con los municipios; habría espacio para todos los recicladores.
Lenín Villalba, director Ejecutivo de la Fundación 2IA, señala que una gran cantidad de residuos recuperables todavía llega a los sitios de disposición final, como rellenos sanitarios y botaderos a cielo abierto. Es decir, el problema no es el aumento de recicladores. Hay disponibilidad de materiales, pero las estrategias no han permitido tener una recuperación adecuada.
El 60% de los residuos que se producen en el país es material orgánico y el 40% es inorgánico. De este último, el 25% es potencialmente reciclable, pero solo el 4% se recupera. En el mundo, el promedio de recuperación es 13,5%. “Los recicladores son una pieza importante que debe ser parte de esta gestión integral”, dice Villalba.
El mercado crece
Algunos materiales que podrían reciclarse todavía se entierran en los rellenos sanitarios porque las personas no separan sus residuos o debido a que no hay industrias que los procesen.
Uno de los casos más conocidos es el de los envases de espumaflex y las tarrinas plomas de polipropileno. Para cambiar esta realidad, Noelia Roldán, Soraya Proaño y Gustavo Jijón fundaron la empresa Rumpa Ñan y construyeron una máquina para procesar estos materiales. Roldán explica que, por ahora, están trabajando con siete asociaciones de recicladores y fundaciones.
La máquina empezará a funcionar este mayo del 2022; la idea es brindar más fuentes de ingreso para los recicladores. De esta forma, estos materiales también podrán servir como materia prima para otros productos. Por eso, Roldán motiva a separar estos envases en los hogares.
Nelly Chango cuenta que los recicladores ya están recibiendo las fundas de ‘snacks‘. Antes no se recomendaba colocar estas bolsas entre los reciclables. Los productos deben entregarse secos y limpios. Para localizar a los recicladores en cada barrio existen iniciativas como la ReciApp de ReciVeci. En esta hay alrededor de 700 recolectores mapeados por la ciudadanía.
Por otro lado, la Renarec realiza campañas y capacitaciones para concienciar a la ciudadanía sobre la importancia de la separación en la fuente y visibilizar el trabajo de sus miembros. “Antes teníamos vergüenza de ser recicladores, pero ahora entendemos lo valiosos que somos”, dice Pizuña, quien espera que en algún momento todos valoren su labor.